Los hombres que ayudaron a construir el Mundial de Catar 2022 y ahora luchan por sobrevivir

Los sueños de varios inmigrantes se frustraron en la ciudad de Medio Oriente. El Mundial más caro de la historia encierra una serie de denuncias de violaciones a los derechos humanos, que incluye el trabajo forzado y sin pago a los que muchos estuvieron sometidos durante la construcción de los estadios.

Uno de los estadios construído en Catar para el Mundial. EFE-AFP

Kamal estaba de pie frente a una tienda con otros trabajadores inmigrantes, después de haber terminado otra agotadora jornada de trabajo, cuando él y algunos otros fueron detenidos. Sin explicación alguna, el joven de 24 años dice que lo metieron en un vehículo y, durante la semana siguiente, lo mantuvieron en una cárcel catarí, cuya ubicación y nombre desconoce.

«Cuando me arrestaron, no pude decir nada, ni una sola palabra, ya que estaba muy asustado», afirma a CNN Sport, hablando desde su casa en el sur de Nepal, donde trabaja en una granja desde que fue deportado hace tres meses.

Kamal, nombre cambiado, es uno de los muchos trabajadores inmigrantes que quieren contar al mundo sus experiencias en Catar, el país que está viviendo a pleno la Copa del Mundo. Gran parte de los preparativos de este torneo se han centrado en asuntos más sobrios, desde la muerte de los trabajadores inmigrantes y las condiciones que muchos han soportado en Catar, hasta los derechos del colectivo LGBTQ y de las mujeres.

Kamal afirma que aún no le han pagado la bonificación de 7.000 riales qataríes (unos 1.922 dólares) que dice tener derecho a recibir de sus anteriores empleadores, ni los 7.000 riales del seguro por haberse lesionado dos dedos en el trabajo.

«No me dijeron por qué me detenían. La gente está ahí de pie… algunos caminan con sus alimentos, otros están sentados consumiendo productos de tabaco… simplemente te detienen», añade, antes de explicar que no podía hacer preguntas porque no habla árabe.

Al describir las condiciones de la celda que compartía con otros 24 trabajadores migrantes nepalíes, dice que le proporcionaron una manta y una almohada, pero el colchón del suelo en el que tuvo que dormir estaba plagado de chinches.

«Dentro de la cárcel había gente de Sri Lanka, Kerala, India, Pakistán, Sudán, Nepal, África y Filipinas. Había unas 14 o 15 unidades. En una cárcel había entre 250 y 300 personas. Alrededor de 24 o 25 personas por habitación», sostiene.

«Cuando te llevan a la cárcel, no te dan una habitación enseguida. Te mantienen en un pórtico. Después de uno o dos días, cuando se vacía una habitación, meten a la gente de un país en una habitación».

Utilizando un teléfono de contrabando, habló con amigos, uno de los cuales, dice, llevó sus pertenencias, incluido su pasaporte, a la cárcel, aunque dice que lo enviaron a casa después de que la embajada nepalí enviara una copia en papel de su pasaporte a la cárcel. «Cuando me pusieron en el vuelo, empecé a pensar: ‘¿Por qué envían a los trabajadores de vuelta de repente? No son una, dos, 10 personas… están enviando a 150, 200, 300 trabajadores en un solo vuelo'», dice.

«A algunos trabajadores que simplemente estaban deambulando fuera vestidos (de trabajo) los enviaron de vuelta. Ni siquiera te permiten recoger tu ropa. Simplemente te envían de vuelta con la ropa que llevas puesta».

Catar tiene un periodo de gracia de 90 días en el que un trabajador puede permanecer en el país legalmente sin otro patrocinador, pero si no ha renovado o reactivado su permiso en ese tiempo se arriesga a ser detenido o deportado por estar indocumentado.

Kamal afirma que recibió una documentación en el momento de su detención, que, según Amnistía Internacional, probablemente habría explicado el motivo de su detención, pero como estaba en árabe no sabía lo que decía y no se le proporcionó ningún traductor.

Un funcionario del gobierno catarí dijo a CNN en un comunicado: «Cualquier afirmación de que los trabajadores están siendo encarcelados o deportados sin explicación es falsa. Solo se toman medidas en casos muy concretos, como si un individuo participa en actos de violencia».

ALGUNOS TRABAJADORES NUNCA VOLVIERON A CASA

La mayor parte de los obreros que trabajaron en las edificaciones para el Mundial era extranjera.

A una semana del partido inaugural, los asuntos del terreno de juego son una mera nota a pie de página, porque este torneo ha tenido un costo para los trabajadores que dejaron a sus familias creyendo que obtendrían recompensas económicas en uno de los países más ricos del mundo per cápita. Algunos nunca volverían a casa. Ninguno de los tres trabajadores nepalíes con los que habló CNN se ha enriquecido con su experiencia. De hecho, están endeudados y llenos de melancolía.

The Guardian informó el año pasado que 6.500 trabajadores inmigrantes del sur de Asia han muerto en catar desde que el país recibió la Copa del Mundo en 2010, la mayoría de los cuales realizaban trabajos peligrosos y mal pagados, a menudo en condiciones de calor extremo.

Hassan Al Thawadi, el hombre encargado de dirigir los preparativos de Catar, dijo a CNN que la cifra de 6.500 de The Guardian era un «titular sensacionalista» que inducía a error y que el informe carecía de contexto.

Un funcionario del gobierno aseguró que había habido tres muertes relacionadas con el trabajo en los estadios y 37 muertes no relacionadas con el trabajo. En un comunicado, el funcionario señaló que las cifras de The Guardian eran «inexactas» y «tremendamente engañosas».

Se ha informado ampliamente que Catar ha gastado 220.000 millones de dólares en los preparativos del torneo, lo que lo convertiría en el Mundial más caro de la historia, aunque es probable que esta cifra incluya infraestructuras no asociadas directamente a la construcción de estadios.

Ocho nuevos estadios surgieron del desierto, y el estado del Golfo amplió su aeropuerto, construyó nuevos hoteles, ferrocarriles y carreteras. Todo ello habría sido construido por trabajadores inmigrantes, que según Amnistía Internacional, representan el 90% de la mano de obra de una población de casi tres millones de habitantes.

Desde 2010, los trabajadores migrantes se han enfrentado a salarios retrasados o no pagados, trabajos forzados, largas laborales en climas cálidos, intimidación por parte de los empleadores y la imposibilidad de abandonar sus empleos debido al sistema de patrocinio del país, según han constatado las organizaciones de derechos humanos.

«ERA DIFÍCIL RESPIRAR»

Un obrero en la construcción de un estadio en Catar.

Estamos escribiendo sobre una Copa del Mundo en noviembre porque la competición tuvo que ser trasladada de su fecha habitual de junio-julio al invierno de Catar, ya que el calor es tan extremo en los meses de verano del país, las temperaturas pueden alcanzar unos 43 °C en junio, que jugar en esas condiciones podría haber supuesto un riesgo para la salud de los jugadores.

Hari tiene 27 años y, al igual que muchos de sus compatriotas, abandonó Nepal para irse a Catar porque su familia -él era uno de cinco hermanos y solo tenía a su padre en casa-, necesitaba desesperadamente dinero, principalmente para comer. Desde 2013, el salario mínimo impuesto por el gobierno de Nepal se ha fijado en 74 dólares al mes. Hari relata que su salario mensual en Catar era de 700 riales al mes (192 dólares).

Tras mudarse a Catar en 2014, trabajó en cuatro lugares durante su estancia de cuatro años: en un supermercado, un hotel y un aeropuerto, pero el trabajo más difícil, dice, fue en la construcción, cuando tuvo que subir baldosas a edificios «de seis a siete pisos de altura» con un calor agobiante, además de colocar tuberías en fosas profundas.

«Hacía mucho calor», dice a CNN. «El capataz era muy exigente y solía quejarse mucho. Solía amenazarnos con reducir nuestros salarios y el pago de horas extras. Tenía que llevar las baldosas al hombro hasta la cima. Era muy difícil subir por los andamios. En el trabajo de las tuberías, había fosas de 5 a 7 metros de profundidad, teníamos que colocar las piedras y el concreto, era difícil debido al calor. Era difícil respirar. Teníamos que subir con una escalera para beber agua”.

«Nunca me pasó, pero vi a algunos trabajadores desmayarse en el trabajo. Vi a un bengalí, a un nepalí… a dos o tres personas desmayarse mientras trabajaban. Llevaron al bengalí a los servicios médicos. No estoy seguro de qué pasó con él».

Durante su estancia en Catar, la normativa gubernamental prohibía en general que los trabajadores trabajaran al aire libre entre las 11:30 y las 15:00 horas desde el 15 de junio hasta el 31 de agosto. Pero solo una de las empresas para las que trabajó seguía estas normas.

Y añade: «En algunos lugares, no tenían agua. Solíamos ir a las casas cercanas pidiendo agua».

Trabajar muchas horas en condiciones de calor extremo ha provocado, según algunas organizaciones no gubernamentales, varias muertes y ha puesto en riesgo la vida de otros en Catar. En 2019, una investigación publicada en la revista académica Cardiology Journal, que exploraba la relación entre las muertes de más de 1.300 trabajadores nepalíes entre 2009 y 2017 y la exposición al calor, encontró una «fuerte correlación» entre el estrés por calor y la muerte de jóvenes trabajadores por problemas cardiovasculares en los meses de verano.

Un funcionario del gobierno catarí dijo a CNN que había habido una «disminución constante» en la tasa de mortalidad de los trabajadores inmigrantes, incluyendo una disminución de los trastornos por estrés térmico, «gracias en gran parte a nuestra legislación integral sobre el estrés térmico».

«EL CALOR NO SUELE CAUSAR DAÑOS POR SÍ SOLO»

Las altas temperaturas impiden la realización de la vida cotidiana en Catar.

Natasha Iskander, profesora de Planificación Urbana y Servicio Público de la Universidad de Nueva York, dice a CNN que el calor puede matar «de forma confusa y poco clara».

«Un golpe de calor mortal puede parecer un ataque al corazón o una convulsión. A veces, el calor mata a través del cuerpo, amplificando condiciones manejables y a menudo silenciosas, como la diabetes y la hipertensión, y convirtiéndolas en asesinas repentinas», explica.

«Por ello, Catar, en los certificados de defunción que ha emitido tras el colapso de los trabajadores migrantes de la construcción, ha podido rebatir la correlación entre el estrés térmico y las muertes y afirmar, en cambio, que las muertes se deben a causas naturales, aunque la causa más próxima sea el trabajo en el calor».

Determinar el número de trabajadores lesionados por el calor es aún más difícil, dice, porque muchas lesiones pueden no hacerse evidentes hasta años después, cuando los emigrantes han regresado a casa y los jóvenes «descubren que sus riñones ya no funcionan, que padecen una enfermedad renal crónica o que su corazón ha empezado a fallar».

«El calor no suele provocar lesiones por sí solo», añade. «Los trabajadores están expuestos al calor y a los peligros del calor a través de las relaciones laborales en las obras de Catar. Las largas jornadas, el trabajo físicamente intenso, las horas extraordinarias forzadas, las condiciones abusivas y el acoso en el lugar de trabajo determinan la exposición de los trabajadores al calor. Además, las condiciones más allá del lugar laboral también aumentan el poder dañino del calor: cosas como dormir mal, una nutrición insuficiente o una habitación que no era lo suficientemente fresca como para permitir que el cuerpo se restablezca después de un día de calor».

Según Amnistía Internacional, las autoridades cataríes no han investigado «miles» de muertes de trabajadores migrantes en la última década «a pesar de las pruebas de los vínculos entre las muertes prematuras y las condiciones de trabajo inseguras». El hecho de que estas muertes no se registren como relacionadas con el trabajo impide que las familias reciban indemnizaciones, afirma el grupo de defensa.

El Comité Supremo para la Entrega y el Legado (SC) que, desde su formación en 2011, ha sido responsable de supervisar los proyectos de infraestructura y la planificación de la Copa del Mundo, emitió un comunicado donde afirma su compromiso con realizar las investigaciones correspondientes: «El SC investiga todas las muertes no relacionadas con el trabajo y los accidentes mortales relacionados con el trabajo en línea con nuestro Procedimiento de Investigación de Incidentes para identificar los factores contribuyentes y establecer cómo podrían haberse evitado. Este proceso implica la recopilación y el análisis de pruebas y las entrevistas a testigos para establecer los hechos del incidente».

Ella Knight, de Amnistía Internacional, dijo a CNN Sport que su organización seguirá presionando a Catar para que «investigue a fondo» las muertes de trabajadores migrantes, incluidas las ocurridas en el pasado, para «garantizar que las familias de los fallecidos tienen la oportunidad de rehacer sus vidas».

Barun Ghimire es un abogado especializado en derechos humanos con sede en Katmandú cuyo trabajo se centra en la explotación de los migrantes nepalíes que trabajan en el extranjero. Ghimire cuenta a CNN que las familias por las que aboga no han recibido información satisfactoria sobre la muerte de sus seres queridos. «Las familias envían a un familiar sano y joven a trabajar y reciben la noticia de que su familiar murió mientras dormía», afirma. «El Mundial de Catar es realmente la copa sangrienta: la sangre de los trabajadores migrantes», añade.

El año pasado se reforzó la legislación catarí sobre las condiciones de trabajo al aire libre, ampliando las horas de trabajo en verano durante las cuales se prohíbe el trabajo al aire libre, en sustitución de la legislación introducida en 2007, y estableciendo además que «todo el trabajo debe detenerse si la temperatura de globo y bulbo húmedo (WBGT, por sus siglas en inglés) supera los 32.1 °C en un lugar de trabajo concreto». La normativa también obliga a realizar controles sanitarios anuales a los trabajadores, así como evaluaciones de riesgo obligatorias.

«El hecho de que a menudo no se investiguen las muertes de los trabajadores inmigrantes excluye la posibilidad de que se apliquen mayores protecciones, porque si no se sabe lo que ocurre realmente a estas personas, ¿cómo se pueden aplicar y hacer cumplir medidas eficaces para aumentar su protección?», asevera Knight.

Durante la mayor parte de su estancia en Catar, Hari dijo que se sentía triste. Durante los seis meses que estuvo cuidando los jardines del aeropuerto, veía despegar los aviones y se preguntaba por qué estaba en el país. Pero había pagado 90.000 rupias nepalesas (685 dólares) a una empresa de contratación que facilitó su traslado.

También le dijeron, según él, en la empresa a la que se había unido que tendría que haber pagado entre 2.000 y 3.000 riales (549 y 823 dólares) para rescindir su contrato.

Amnistía Internacional afirma que muchos inmigrantes pagan elevadas tasas a «agentes de contratación sin escrúpulos en su país de origen», lo que hace que los trabajadores tengan miedo de dejar su trabajo cuando llegan a Catar.

Ahora es padre de dos hijos y trabaja arando campos en Nepal como conductor de tractor, pero Hari espera volver a trabajar algún día en el extranjero, con el corazón puesto en Malasia. «No quiero que mis hijos pasen por lo mismo que yo. Quiero construir una casa, comprar un terreno. Eso es en lo que estoy pensando. Pero vamos a ver lo que Dios tiene planeado», dice.

«NUESTROS SUEÑOS NUNCA SE HICIERON REALIDAD»

Sunit volvió a Nepal en agosto, después de trabajar solo ocho meses en Catar. Esperaba estar allí dos años, pero la quiebra de la empresa constructora para la que trabajaba hizo que él y muchos otros regresaran sin el dinero que se les había prometido. Le cuesta encontrar trabajo en Nepal, lo que significa que alimentar a sus dos hijos y pagar las cuotas escolares es difícil.

Había soñado con ver los partidos de la Copa Mundial desde la azotea del hotel que había ayudado a construir. Uno de los estadios, cuyo nombre desconoce, estaba a 10 minutos a pie del hotel. «Solíamos hablar de ello», dice sobre el Mundial. «Pero tuvimos que volver, y nuestros sueños nunca se hicieron realidad. Las actividades del estadio se veían desde el hotel. Podíamos ver el estadio desde su azotea».

Al ayudar a construir el hotel del centro de la ciudad, cuyo nombre no recuerda, cargaba sobre sus hombros sacos de mezcla de yeso y cemento, que pesaban de 30 a 50 kilos, hasta 10 o 12 pisos, asegura.

«El ascensor rara vez funcionaba. Algunos no podían cargarlo y lo dejaban caer a mitad de camino. Si no terminabas el trabajo, te amenazaban diciendo que te descontarían el sueldo de ese día», dice. «El capataz se quejaba de que hacíamos pausas para beber agua nada más llegar al trabajo. Nos amenazaban diciendo: ‘No les pagaremos el día’. Nosotros decíamos: ‘Adelante. Somos humanos, necesitamos tomar agua’”.

«Hacía mucho calor. Tardaba entre una hora y media y dos horas en llegar a la cima. Me cansaba. Solía parar en el camino. Luego volvía a avanzar lentamente. Sí, los supervisores nos gritaban. Pero ¿qué podíamos hacer?».

Sunit cuenta que había pagado a un agente en Nepal 240.000 rupias nepalesas (unos 1.840 dólares) antes de partir hacia Catar. Dice que ha presentado un caso ante la policía sobre el agente, ya que no había podido cumplir su contrato de dos años, pero no ha habido novedades. Los propietarios de la empresa para la que trabajaba en Catar fueron detenidos por no pagar a los trabajadores. La empresa no respondió inmediatamente a la solicitud de comentarios de CNN, ni tampoco a las preguntas del Business & Human Rights Centre, un grupo de defensa de los derechos humanos, sobre las protestas por los salarios no pagados.

Durante un mes, dice, estuvo en su alojamiento sin trabajo ni dinero para comprar comida, tenía que pedir prestado para comer, así que él y sus compañeros llamaron a la Policía, que trajo comida. «La Policía volvió a venir al cabo de 10-15 días y dijo que habían detenido a la gente de la empresa. Nos dijeron que la empresa había quebrado y que el gobierno enviaría a todos los trabajadores de vuelta a casa», recuerda.

«Estoy muy triste», añade. «Es lo que es. Nada cambiaría por lamentarlo. Estoy molesto (con la empresa) pero ¿qué puedo hacer? Incluso si hubiera intentado defenderme, yo habría salido perdiendo».

Knight afirma que los salarios no pagados siguen siendo un problema, ya que el sistema de protección salarial «carece de mecanismos de aplicación», al tiempo que afirma que los empleadores pueden anular el documento de identidad de un trabajador con solo «pulsar un botón», lo que significa que se arriesgan a ser detenidos y deportados. Además, los comités laborales destinados a ayudar a los trabajadores carecen de recursos y «no tienen capacidad para atender el número de casos que les llegan».

Ghimire está de acuerdo en que ha habido algunos cambios positivos en las leyes de empleo, pero añade que es «más un alarde». «Muchos trabajadores que se dedican a la construcción no se han visto afectados, por lo que sigue habiendo explotación», dice a CNN.

La campaña #PayUpFIFA de Human Rights Watch (HRW) quiere que Catar y la FIFA paguen al menos 440 millones de dólares, una cantidad equivalente al dinero de los premios que se entregan en la Copa del Mundo, a las familias de los trabajadores inmigrantes que han sufrido daños o han muerto durante la preparación del torneo.

Estas familias se enfrentan a un futuro incierto, según HRW, especialmente los niños. Los que sobrevivieron y regresaron a casa, estafados en sus salarios o heridos, siguen atrapados en las deudas, dice, «con consecuencias nefastas para sus familias».

Ghimire afirma que las compensaciones son fundamentales, pero también lo es que el mundo sea consciente de lo que ha ocurrido para que se lleve a cabo este torneo. «La gente se preocupa por las marcas de ropa, y por la carne que comen, pero ¿qué pasa con los megaeventos? ¿No es hora de que nos preguntemos cómo son posibles?», se cuestiona.