Héctor Garibay saltó del anonimato a la fama al imponerse en el Maratón de Buenos Aires. Hace poco había logrado el segundo lugar en Asunción. Una vida de esfuerzo y pasión por el deporte.
Era un desconocido, pero de pronto un domingo de octubre dio el salto a la fama al ganar el Maratón de Buenos Aires. La noticia de su éxito corrió tan rápido como él y lo sacó del anonimato.
Héctor Garibay Flores, de 33 años de edad, el boliviano que creció recorriendo las calles de su Oruro natal, concretaba el sueño del pibe en la urbe rioplatense. Aunque nunca se imaginó tener un apellido famoso ni estar en todos los medios.
Héctor es una persona de una familia de condición económica humilde, que vive con sus padres, es soltero y tiene cinco hermanos; dos de ellos, más algunos primos, ocupan la misma vivienda. Deportista de día y taxista de noche para solventar sus gastos.
En su figura se puede sintetizar lo que es el deportista boliviano amateur: una persona que ama lo que hace, que se entrega por completo pese a no tener apoyo, que lleva una vida disciplinada, y se las tiene que buscar para conseguir uno que otro auspicio para poder enfrentar el costo que demanda su preparación. Cuando se trata de viajar a alguna competencia internacional, la situación empeora, porque la tiene que “remar” el doble para poder financiar pasajes, estadía y otras necesidades.
“Trabajo en el transporte libre. Tengo un taxi que es de mi propiedad que lo pude conseguir con mucho esfuerzo. Pero lo poco que gano chambeando entre 2 y 3 horas de noche no me alcanza para comprarme zapatos especiales de maratonista que cuestan unos doscientos dólares, según me ha dicho un amigo. Los zapatos que tengo son solo para entrenamiento”, expresó.
El boliviano sorprendió a los argentinos el antepasado domingo al cruzar la meta a gran distancia de sus perseguidores y se quedó con la medalla de oro en el tradicional Maratón de Buenos Aires. La noticia corrió como reguero de pólvora en nuestro país.
Una generosa cobertura le brindó la prensa argentina, mientras en Bolivia se empezaba a buscar información del desconocido fondista que debutó este año, antes solo participaba en pruebas de 5.000 y 10.000 metros.
Garibay sorprendió porque no contaba con antecedentes exitosos en las pruebas de fondo y no se trataba de un experimentado fondista pese a tener 33 años. Esta era su segunda carrera internacional, la anterior había sido el Sudamericano de Maratón en Asunción, en mayo, donde obtuvo la medalla de plata con 2h22m.
Pero a Buenos Aires casi no viaja. “El miércoles me avisan que hay un asiento y con la ayuda de unos familiares que me prestaron dinero y de la agencia de viajes con la que hago los viajes en mi país pude conseguir el boleto”, le contó al diario Clarín.
Setenta y dos horas después se adjudicó la 36.ª edición del Maratón de Buenos Aires, que en sus últimas cinco versiones habían sido ganadas por atletas africanos.
El orureño recorrió a gran ritmo los barrios de Núñez, Palermo, Retiro, Recoleta, Centro, Monserrat, San Telmo, Barracas, Puerto Madero y La Boca, y cruzó la meta con una media sonrisa y un gesto de gran satisfacción.
Además de ganar el famoso maratón, había pulverizado el récord boliviano que ostentaba Rodrigo Camacho (2h17’49”, Holanda, abril 1984). Él quería bajar ese registro, en realidad su aspiración era hacerlo en 2h16’, pero con el pasar de los minutos tomó confianza, estaba cómodo, muy bien físicamente y aceleró. Al final lo hizo en 2h11m58.
Cree que uno de los factores fundamentales para la obtención de tan buen registro es haberse preparado en su natal Oruro, a 3.735 msnm, porque logró una mayor oxigenación, por ello se le hizo muchísimo más liviano correr sobre el nivel del mar.
Ahora apunta a una prueba planetaria de su especialidad. Se trata del Mundial de Oregon (Estados Unidos) que se realizará en el mes de julio del 2022, pero antes quiere estar presente en la maratón de Sevilla (España), prevista para el mes de abril también del año venidero. Asimismo tiene en mente debutar en la próxima versión de la mundialmente conocida carrera de San Silvestre (Brasil).
Su meta principal es llegar al Mundial de Oregon. Está a solo 28 segundos de la marca mínima para asistir a esa cita “Sé que lo puedo lograr, son 28 segundos que los voy a alcanzar con mucho entrenamiento y esfuerzo, disciplina y trabajo, apoyo y mejores zapatos”, expresó.
¿Mejores zapatos? “Es que yo corro con zapatillas que se pueden considerar comunes o no adecuadas para este tipo de competencias. Las de gran nivel son las de planta de carbono, las que se ponen los grandes atletas mundiales. Esas hay que pedirlas con tiempo a Estados Unidos, como lo hacen los mejores maratonistas”, comentó.
Cubrir el costo de zapatillas de estas características es casi imposible para alguien que se gana la vida manejando un taxi por las noches y que además ayuda a su familia.
Pero a Héctor nada lo detiene, como en las calles y avenidas de Buenos Aires, sigue adelante, luchando como el guerrero de Troya del que lleva el nombre.
Su nueva meta es el Mundial de Oregon. Y va rumbo a ella desde su Oruro natal.