Por: Francisco Quispe Chambi
Escritor, Investigador Originario, Licenciado en Ciencias de la Educación y Derecho
El solo hecho de mencionar “Iskanwaya,” la mente de la mayoría de las personas imagina y refieren a las ruinas como tal, de ninguna manera se toma en cuenta como un pueblo que construye, que resiste y que vive su cultura. Esto debido a que los académicos, tratadistas y demás (sobre todo el discurso político) han reducido su importancia a simples ruinas y peor aun cuando a esto lo denominan “cultura Mollo” denigrando el sentido y su importancia de las ruinas como tal, pero sobre todo la cultura viva de una nación que hasta la fecha resiste ante los embates de la deculturación. Sin embargo; existe un empoderamiento del sentimiento nacionalista con relación a esta teoría que postula a Iskanwaya como una nación, teoría que surge desde nuestra realidad, de nuestra, identidad, desde nuestra cosmovisión y sobre todo desde nosotros.
Si Iskanwaya solo representa las ruinas, entonces; ¿Qué son esos pueblos que comparten una cultura en común? ¿Qué son esas danzas y su música que refleja una peculiaridad única relacionado con el calendario agrícola? ¿Qué son esos lugares de la toponimia Waya Laya y Jat’a redadas por toda la región interandina? Entonces nos damos una respuesta retórica y decimos que ISKANWAYA ESTÁ VIVA, y se encuentra en su gente, en sus ayllus y llaqtas, en su territorio, en sus montañas, lagos y ríos, en su tejido su danza y música, en su sistema jurídico en su estructura social, en sus vestigios arqueológicos y demás particularidades.
ISKANWAYA
Un misterio, una cultura, una senda hacia nuestra identidad
Son muchos los que se hablan y escriben sobre las ruinas de Iskanwaya como también de las comunidades originarias de la región denominándonos como la cultura Mollo, imposición que fue dada por uno de los hijos de patrones de la comunidad de Mollo, sin embargo, nuestra historia, cultura e identidad trasciende toda teoría segregacionista de estos. Esta nación y su cultura viva, fue abordada desde la visión sectario y segregacionista con relación a las comunidades originarias de la región, las investigaciones y escritos fueron hechas por quienes en su momento fueron patrones o hacendados de Chuma, Ayata y Aucapata, poblaciones que en su momento fueron bastión del patronaje durante el pongueaje republicano, quienes sometieron a nuestros ancestros originarios a una situación de bestias como fuerza de trabajo.
En ese contexto queremos hablarles desde la perspectiva de nuestras comunidades, ayllus, markas, llaqtas y suyus. Hasta ahora hemos sido sometidos a escuchar y obedecer al antojo de los mestizos, a contraposición demandamos que ahora nos escuchen a nosotros!!! No como una represalia encarnizada etnocentrica ni mucho menos racista, si no como una reivindicación contestataria frente a nuestro silencio lúgubre y sistémico.
Las comunidades de esta región se caracterizaban por la forma de administración de una economía casi endógena (acuerdos comerciales por medio del trueque con otros pueblos originarios vecinos como Kallawayas, lecos, aymaras). Esto significa que los comerciantes viajaban a lomo de llamas, mulas, asnos y caballos hasta otros lugares como Lima, Cuzco Perú. Para traer y llevar variedad de artículos que luego eran intercambiados con productos de la región. La evidencia histórica de esta nación no se reduce simplemente en las ruinas de iskanwaya, si no en su gente, su cultura viva, las leyendas, las normas sustantivas de derecho consuetudinario y la demarcación territorial de todas las regiones donde existía la toponimia «WAYA, LAYA Y JAT’A» la cual técnicamente tendría el dominio desde los valles de Sorata hasta Apolo.
HISTORIA E IDIOMA.
La historia se encuentra en la memoria oral, la toponimia, los tejidos como escritura ideografica, las costumbres y tradiciones que desmarcan la vida en sociedad de esta civilización que pervivió en la clandestinidad durante siglos y décadas hasta hoy.
Sin embargo, este movimiento historiográfico sobre iskanwaya, se hizo con enfoques claramente sectarios y segregacionista, e incluso racistas para las poblaciones indígena originarias, esa actitud lamentablemente hierre el sentimiento de sus habitantes. Todos los historiadores que esbozaron sus teorías en este tema, centraron su visión en las ruinas de Iskanwaya, denominando y haciendo prevalecer «cultura mollo» impuesta por Carlos Ponce Sanjines, quien de alguna manera quiso ligar la historia preincaika y precolonial a su ex hacienda de la comunidad de Mollo en una coyuntura netamente de resentimiento del patronazgo residual. Hasta hoy, en los discursos de los políticos e intelectuales desinformados tratan de ligar este DENOMINATIVO a los pueblos, comunidades, ayllus, markas y llaqtas de la región.
Los inkas trajeron desde Cusco una gran cantidad de «yanakuna y mitmaqkuna» para implementar el trabajo en las tierras conquistadas del Inka. Es así que por medio de la cultura y la tecnología Influyeron en todo sentido a los nativos de la región, a esto también se le suma la imposición del idioma quechua que se quedó como una herencia Lingüística y cultural de los inkas hasta el día de hoy.
El idioma de los Iskanwaya, fue uno de los temas a investigar, sin embargo, tenemos certeza suficiente de que hablaban pukina, un idioma ya extinto, pero, existen vestigios de la misma en la memoria oral de los pobladores actuales.